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Puntos de inflexión

La vida como muchas otras cosas es algo trepidante, esta lleno de subidas y bajadas, de comenzar algo y de terminar otra cosa. El que las cosas tengan principio y final es algo bueno en si mismo, doloroso pero bueno, en mi opinión. Algo sin fin perdería su sentido. Sucede que algunas veces desde lo mas alto nos damos cuenta de que estamos en el final y que empieza la bajada o al contrario que hemos bajado tanto que sabemos que nos toca subir. No siempre nos damos cuenta de ello, pero al menos yo cuando me he dado cuenta de estar en ese punto una bofetada me ha golpeado con tanta fuerza la cara que casi crees que va a tirarte al suelo.

Creo que la primera vez que me ocurrió fue con mis amigos de los scouts. La situación ya no era la misma de siempre, desde luego no era el punto más alto de nuestra relación de amistad, ya muchos habían elegido sus caminos, pero en ese momento era distinto, parece que me tocaba tomar mi camino a mi. No recuerdo el momento exacto pero si la canción que sonaba, 20 de Abril del 90, de Celtas Cortos. Tanto la letra, como por las veces que la habíamos cantado juntos, como por la situación del momento me hizo darme cuenta de que ya nada sería lo mismo, una lágrima silenciosa recorrió mi mejilla, de tristeza por lo que ya no volverá a ser quizá o de alegría por lo que fue, no creo que era más pura nostalgia, el primer pago de una nostalgia que estaría pagando en cómodos plazos durante el resto de mi vida.

Más tarde hicimos una fiesta de despedida a Hiroko. Yo no estaba triste por dejar de verla, en unos meses nos reuniríamos en Japón, pero no cabía duda de que eso era un punto de inflexión. A Hiro nunca le gustaron las fiestas y si le hubiera preguntado sobre si hacer o no esa fiesta seguramente me hubiera dicho que no le apetecía, pero no tengo duda de que la disfruto y de que se acostó con una sonrisa de oreja a oreja. Ese día Hiroko tras 5 años se despidió de sus amigos, de mi familia, de la gastronomía española y de España en general. Detrás iría yo, no era más que un preámbulo de lo mío. En esta ocasión pagué otra cuota de nostalgia por adelantado, pero no me dolió tenía la ilusión, la ilusión de vivir una aventura nueva en Japón que me llenaba de energía.

Una de las últimas fue ya en mi ciudad de adopción, Tokio. Allí somos unos cuantos que no tenemos una familia cerca a la que aferrarnos y como ya he dicho en más de una ocasión a tantos kilómetros de casa los buenos amigos se convierten en tu familia. Esta familia siempre bien avenida de los tokiotas recibió como jarro de agua fría la noticia que Sara nos dio: Chicos, me voy a las naciones unidas, a Nueva York. No nos pilló de sorpresa era algo que ella buscaba hace tiempo y profesionalmente era algo maravilloso. Se junto con que Alain andaba pendiente de un hilo en su trabajo y tuvo que tomar la nada fácil decisión de marcharse a Okinawa. Entramos entonces en una especie de depresión grupal que culminó en una semana de despedidas. Si, fue una semana de despedidas ya que nos negábamos a aceptar que fuera la última. Que si fiesta de despedida de uno y de otro, que si libro de fotos para uno y para otro, que si quedar a tomar algo por la excusa más tonta o directamente sin excusa. Sin duda el punto de inflexión fue en el aparcamiento de delante de un «izakaya» de la zona de marcha en Shibuya. Era verano, estábamos cansados nos habíamos pegado una semana de juerga casi sin tregua y sabíamos que todo llegaba a su final, Antonio sacó su cámara casi a estrenar, era una analógica que le regalamos por su cumple y nos hizo una foto. No fue hasta un par de semanas después que la vimos y notamos la cara de tristeza que teníamos todos. Poco después nos despedimos abrazándonos todos a la vez en el cruce de Shibuya, asomó más de una lagrimilla.

Podéis imaginaros que escribiendo estas palabras la nostalgia aflora y podríais pensar que estoy triste o es un post triste, y en cierta forma lo es. Pero en realidad estoy contento y es que si vives momentos así puedes decir que de verdad has vivido y al final es de lo que se trata la vida, de vivir.

La foto del mejillon es de mi padre, el diseño del cartel de mi hermana, la de Sara es de Hector, que me perdone por el crop.

13 comentarios en «Puntos de inflexión»

  1. Has inflexionado?
    La foto de sara es genial, y por la rubia que aparece detrás se que es la de la noche del low profile original.
    Comparto tu nostalgia y te echo de menos. Nos vemos la próxima semana!

  2. Ante estas reflexiones, lo mejor es pensar en el último truco de magia que nos inventamos ayer 😛

  3. :’)
    Hay cosas que se hacen duras pero si, tienes toda la razón, si no se hiciera duro significaría que nada mereció la pena.

  4. 4 amigos en México, amigos inseparables, hace dos años se fue la primera de la ciudad a trabajar al centro del país, a los pocos meses la otra se fue a Alemania a su doctorado, hace un año el otro se fue al otro extramo del país a trabajar en un nuevo proyecto. Qué solo en la ciudad y ha sido un año terrible. Ellos están bien y ahora me tocará a mí tener que partir de la ciudad…

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